Dios, hace muchos años, estaba repartiendo las virtudes de los países, mientras su secretario anotaba en una libretita.
—Los alemanes van a ser guerreros e implacables —decía Dios, y el secretario anotaba—...
- Los italianos van a ser trabajadores y espamentosos —decía—...
- Los yanquis, poderosos y descerebrados —el secretario anotaba—.
- Los argentinos van a ser buenos, inteligentes y peronistas...
—¡Epa, Jefe! —interrumpió el secretario—. Dijo tres virtudes en vez de dos. Sáqueles una a esta gente o los argentinos van a jugar con ventaja y después el resto se queja...
—Vos sabés muy bien que no me puedo echar para atrás, Jaime —dice Dios, pensando en una alternativa a su primera cagada celestial—. Hagamos lo siguiente. Anotálos con las tres virtudes, pero que solamente puedan elegir entre dos.
Y desde ese día, los argentinos peronistas y buenos no pueden ser inteligentes; los que son inteligentes y peronistas no pueden ser buenos; y a los que son inteligentes y buenos —como es lógico— jamás se les ocurriría ser peronistas.
Por eso tuvieron que inventar el kirchnerismo.
Fuente: Más respeto que soy tu madre
miércoles, 30 de marzo de 2011
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