miércoles, 27 de octubre de 2010

Mariano Ferreyra

Repasemos las siguientes afirmaciones, conjeturas, preguntas.

Pedraza es un miserable. No hubo dos bandos enfrentados sino uno solo.
Las policías Bonaerense y Federal son sospechosas tanto por el hecho en sí como por sus antecedentes.
La intervención de barrabravas asienta la mirada sobre el matonismo de la patota sindical. Si el bando fue uno solo no hubo enfrentamiento, como apuntó alguna prensa canalla, sino emboscada. La Unión Ferroviaria debe hacerse cargo de la conducta de sus encuadrados, y de todo cuanto se desprenda de los negocios que implementa. Las empresas tercerizadas son socias del gremio, y por tanto de la patota. El Gobierno tiene responsabilidad porque queda expuesto, en episodios como éstos, que apaña o tolera la precarización laboral y a los sindicalistas que la fomentan.
Las empresas involucradas, dicho sea de paso, no abrieron la boca. “Un zurdito menos”, se le escuchó decir a uno de los agresores de acuerdo con el testimonio de un fotógrafo de Clarín.
Los grandes medios descubrieron o amplificaron, abruptamente, el ultraje de la precariedad laboral.

Cuando atacan por las barbaridades y deficiencias del Gobierno, llámese el bochorno del Indek o los privilegios para los empresarios amigotes, no atacan por eso. Agreden por lo que los jode en los/sus símbolos estructurales. Y lo que los jode es tan enorme, aun tratándose de casi elementales detrimentos en sus eternas inmunidades de clase, que si tienen que usar a un pibe asesinado no lo dudarán ni un segundo. Es una frase hecha pero de puntería muy difícil de desmentir: a este Gobierno le caen encima por lo que hace bien, no por sus defectos reales.

El pibe militaba a pie firme contra las condiciones que generan a los hijos de puta que lo mataron. Y en lo tocante a la parte más directa de su tragedia, contra un modo de representación sindical y sus sucedáneos de mafias, esbirros, mercenarios, negociados, que son igualmente una tragedia subsistente para los valores democráticos. El gobierno nacional, al que otros hijos de puta de apariencia atildada pretenden enrostrar culpabilidad por el asesinato, tiene la tarea de no conformarse con la identificación de los homicidas.
Hay que acabar con los que conocemos todos. Por el pibe, por tantos otros y en defensa propia, al fin y al cabo. Suena a mera retórica, a consigna de sentido común, pero ¿acaso se puede decir y, sobre todo, esperar otra cosa?

Mientras haya Pedrazas no habrá paz. Se los enfrenta con militancia y con denuncia persistente. Pero la avanzada, la ejemplaridad, empieza por el Gobierno. Por lo que el Gobierno demuestre como vocación política para defenestrarlos. Si la tuvo y la tiene en la decisión de no reprimir, que es quizás uno de sus logros liminares precisamente porque le puso freno a la muerte, debe anotar que hace falta igual disposición para quitarse de encima las lacras que –a título de defender al oficialismo, como si fuera poco– le tiran un muerto de todos modos.

Fuente: Los que conocemos todos

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