¡Viva el Almirante Brown! ¡Viva Irlanda!
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Por Eduardo Aliverti
El año político cierra con una buena noticia para cualquier argentino de espíritu democrático. Y es una punta atractiva para intentar un balance acerca de cierta enseñanza que deja el 2009.
Al margen de lo que significa sobre Mauricio Macri el blooper sensacional que cometió, la caída de Abel Posse ratifica, que hay límites infranqueables en este país donde es tan habitual creer que todo vale. O si se quiere, y de mínima, que algunas disposiciones, opiniones, nombres propios, no pueden ser jugados en el escenario sociopolítico sin atravesar una fortaleza contraria con enorme capacidad de cuestionamiento y movilización. Ya no hay lugar para funcionarios públicos capaces de reivindicar la dictadura. Hubo la demostrativa pauta de que referentes del mismo macrismo tomaron distancia de Posse, y hasta Macri tuvo que ser tibio al defenderlo. No porque piensen distinto, naturalmente, sino por no poderdecirlo. Esa es una conquista invencible de los luchadores imprescindibles.
El rasgo fascistoide de una parte de la sociedad no logra contrarrestar la potencia de los memoriosos activos, y quienes reivindican al terrorismo de Estado deben guardar silencio público al respecto. Posse nunca aprendió esa bolilla y tampoco lo hizo el diario La Nación. Esos raptos de soberbia reflejan una falta de inteligencia notable en los voceros y actuantes del conservadorismo, y es reveladora de que no pueden controlar sus nervios. Igual cosa les pasó a los campestres que se fueron de boca rescatando apellidos como Martínez de Hoz, o con alguna fraseología de tufo castrense. Sus pares debieron explicar que no quisieron decir lo que dijeron. Y si de nervios se trata, el año deja también lo inédito y creciente de la virulencia con que el Grupo Clarín, en compañía de otros grandes emporios, ataca al Gobierno.
Esa irritabilidad es indicativa de que hay una puja concreta de poder, entre lo que se nuclea alrededor de las grandes líneas que traza el oficialismo y todo lo que se le opone. Pero además, o antes, exhibe una sugestiva falta de confianza por parte de lo segundo: al cabo de la victoria del 28 de junio, parecían en condiciones de comerse a los chicos crudos para terminar -objetivamente, y según lo reconocen ellos mismos- sujetados a la agenda gubernamental.
Un colega radiofónico de derechas, indignado tras el sketch de Posse, se preguntó si acaso Macri es un político o bien cualquier otra cosa menos eso, vista su carencia absoluta de muñeca primaria para estar al frente de una gestión apenas municipal. Tiene razón. Pero resulta que es esa misma derecha patética la estimuladora de estos inventos mediáticos que, acaban exponiendo su pericia para que se les escapen todas las tortugas a la vez. Son ellos los que denostaron a la política. Los que prometieron que arribaría una nueva forma de ejercerla. Y los que llaman a los representantes de “los sectores productivos” a poner el cuerpo. Así eufemizan la aspiración de conducir sin testaferros gubernamentales ni legislativos sus privilegios de sector. Los gauchócratas también son un ejemplo acerca del tema: consiguen representación parlamentaria, pero guay de buscarles alguna idea que no sea la constancia militante como hijos de la soja. Probablemente conscientes de las patas muy cortas que eso encarna juegan fichas estructurales a íconos como Cobos, cuyo gran mérito es haber bombardeado a la fuerza que lo puso. El objetivo es pudrir el rumbo o coyuntura que los altera. Y si no puede o no debe ser otro invento, a estar por las experiencias de esa índole, no está de más que se largue Duhalde. Parece inconcebible pero para 2011 falta mucho y uno nunca sabe, sobre todo porque tampoco parece que a alguna de las figuritas opositoras le dé la estatura presidencial. Y menos que menos si la economía, como todos los pronósticos lo presagian, tiene el dichoso viento de cola. En ese caso cabe la pregunta de qué es, entonces, lo que tanto los molesta o perjudica. Y la única respuesta: su carácter de insaciables.
Todo esto que parece una mala noticia tiene su anverso. Es la política, lo político, lo que permitió que se sancionara una ley de medios que va a contramano de los intereses de las corporaciones. Es eso mismo lo que traza la raya entre los unos y los otros. Y lo que habilita que no se pueda ser neutral, ascético. No, so pena de ser un indiferente que no tendrá derecho a reclamar nada, fuere que se trate de que es el Gobierno el que conduce a un abismo o de que lo hace el rejuntado numéricamente mayoritario de la oposición.
(Informe de la situación - Cuarteto Vocal Zupay)
Espero sus opiniones.
Por Jorge Guinzburg
Entré al consultorio, me quité el abrigo y avancé hasta el diván.Mempo Giardinelli
Nota completa: Carta al compañero Pino
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